EL PAPA ALEJANDRO VI Y SU REFORMA EGLESIASTICA A TRAVES DE COFRADIAS Y CONGREGACIONES

En la Roma de Alejandro VI se desarrollaron especialmente las cofradías dedicadas a la atención de mujeres pobres, como la Annunziata instalada en Santa María sopra Minerva e impulsada por la orden dominica desde 1468 con el objeto de dotar a mujeres jóvenes en peligro de caer en la prostitución. En la década de 1490, la cofradía emprendió una “propaganda de la caridad” mediante ceremonias litúrgicas, procesiones y actos públicos que pretendían comprometer a los grupos de poder, los grupos nacionales y las principales instituciones urbanas, incluyendo al pontífice, que empezó entonces a participar en la procesión della Annunziata. A partir de 1495, la cofradía del Gonfalone se unió a estas iniciativas sociales organizando la ceremonia del maritagio, es decir, una procesión de jóvenes vírgenes que recorría los barrios romanos deprimidos por la prostitución para mostrar “la bona et laudabile vita et costumi” de las nuevas niñas dotadas para el matrimonio.

Las renovaciones urbanísticas proporcionaron a Alejandro VI una oportunidad para impulsar otro tipo de iniciativas encaminadas a elevar el nivel de zonas deprimidas de Roma; tal es el caso del puerto de Ripetta, donde el papa erigió en 1499 la cofradía de San Rocco, que debía atender la abigarrada población de extranjeros y schiavoni del puerto. Tres años después consagró la iglesia del mismo nombre, que se levantó junto a un nuevo hospital.65 En 1500, el papa entregó a la cofradía de panaderos la iglesia de Santa María de Loreto, emplazada sobre un antiguo santuario del Foro de Trajano, junto a la magnífica columna del emperador hispano.66 Entre los benefactores de la nueva cofradía de Santa Maria di Loreto dei fornai alla Colonna Traiana probablemente se encontraba el cardenal Francesc Desprats, el antiguo nuncio-colector del papa Borja que se hizo enterrar en la iglesia tras su fallecimiento en 1504.

Desde una perspectiva devocional, resulta significativa la impronta mariana en buena parte de las nuevas fundaciones, especialmente la cofradía de Santa María dell‟Orto, instituida por Alejandro VI en 1492 a raíz de una curación milagrosa sucedida en el Puerto de Ripa Grande, junto al Trastévere.68 En torno a ella se reunió un grupo de artesanos y trabajadores para rezar en común y desarrollar actividades asistenciales en esta zona desprotegida de la ciudad eterna. Hoy es la asociación de inspiración mariana más antigua de la urbe aún en actividad.

Más adelante aparecieron cofradías en algunas iglesias de advocación mariana, como la dedicada a la Santísima Concepción de María en la iglesia de San Lorenzo in Damaso –cuyos primeros estatutos datan de 1494– o la cofradía de Santa María y Santa Elena establecida en la iglesia de Santa María in Aracoeli, que gestionaba el antiguo hospital de San Alberto all‟Esquilino y en 1496 se unió a la prestigiosa confraternidad del Gonfalone.

Por último cabe recordar la cofradía del Rosario, nacida en tiempos de Sixto IV, que Alejandro VI apoyó en 1495 en su fase de expansión por el norte de Italia, otorgándole las primeras indulgencias pontificias que impulsan el rezo del rosario.
El otro vector devocional de las cofradías romanas fue el culto a las formas eucarísticas, conservadas en el tabernáculo y expuestas a la veneración del pueblo. Como es sabido, se trata de una de las expresiones más difundidas de devoción popular que fue adquiriendo la forma de un vasto movimiento asociativo para dignificar el culto y la conservación del cuerpo de Cristo. Uno de sus centros difusores fue la basílica de San Juan de Letrán, donde Alejandro VI erigió en 1493 la primera archicofradía de la ciudad eterna dedicada al Santísimo Sacramento.

La nueva institución había dado sus primeros pasos en el pontificado de Sixto IV, pero es ahora cuando se constituye para dar culto y facilitar la recepción del viático por los enfermos; una unión entre devoción cristocéntrica y labor asistencial que también desarrolló otra importante cofradía laical próxima a la basílica lateranense: la confraternidad de San Salvatore ad Sancta Sanctorum, que gestionaba el hospital de Sant‟Angelo y se hizo famosa por sus procesiones con la imagen acheropita (no pintada por mano de hombre) de Cristo Salvador.

La devoción eucarística se desarrolló especialmente en torno a la iglesias de San Giacomo a Scossacavalli, Santa María sopra Minerva y San Lorenzo in Damaso.

En esta última basílica –cuyo titular era el cardenal Rafael Riario– se fundó en 1501 la cofradía del Santísimo Sacramento y de las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo. Su objetivo era atender a los enfermos llevándoles la comunión mediante procesiones teofóricas. Los canónigos de la iglesia de San Lorenzo entregaron a la cofradía la primera capilla a la izquierda, que fue restaurada y embellecida con las donaciones de TeresaEnríquez, dama de corte de Isabel la Católica e infatigable fundadora de hospitales y cofradías eucarísticas; un hecho que revela los lazos que debieron existir entre las iniciativas religiosas de ambas penínsulas, como ha puesto de manifiesto el trabajo de María Amparo López Arandia sobre el protonotario apostólico Gutierre González († 1527), clérigo jienense vinculado a Diego Menéndez Valdés y el cardenal Joan Llopis, y sus ideales reformadores laicales inspirados en la compañía romana del Divino Amor.

Este tipo de asociaciones tuvieron un fuerte impulso en el norte de Italia para paliar los desastres ocasionados por la campaña militar de Carlos VIII. Una de las principales fundaciones fue la congregación del Divino Amore instituida en Vicenza en 1494 por Bernardino di Feltre, que perseguía la renovación espiritual de sus miembros a través de la meditación de la pasión de Cristo. A ésta hay que añadir la asociación de laicos fundada en Génova en 1497 por el notario Ettore Vernazza –un discípulo espiritual de santa Catalina de Génova– con el objeto de fomentar la vida espiritual mediante el ejercicio en común de prácticas de piedad y la atención a los condenados a muerte, los afectados por enfermedades incurables.

Aunque en Roma no se documentan estas asociaciones hasta el pontificado de León X, es probable que el jubileo de 1500 generara un ambiente asistencial propicio para acoger a las masas de peregrinos que acudían a Roma. Se encargaron de ello las comunidades nacionales ya existentes, que ahora fundaron sus propias cofradías y readaptaron sus iglesias-hospitales a las nuevas necesidades.

Alejandro VI intervino personalmente en la restauración del hospital de los húngaros situado en el Vaticano, la construcción de la iglesia de Santa Maria al Campo Santo Teutónico –también en el Vaticano–, y los inicios de la iglesia de Santa Maria dell‟Anima (1500), donde la natio alemana desarrollaba actividades litúrgicas y de atención a enfermos, peregrinos o pobres.
Bajo su pontificado también recibió un notable impulso la iglesia-hospital de Santiago de los Españoles –de la que fueron rectores el mayordomo pontificio Pedro de Aranda y el cardenal Bernardino López de Carvajal, mientras la comunidad catalano-aragonesa se organizaban en torno a su propio hospitale cathalanorum y la cofradía de Santa María de Montserrat, fundada en 1506.

El nombramiento de los cardenales borgianos Joan de Castre y Jaume Serra como primeros rectores, o la presencia entre sus miembros del protonotario Jeroni Beltran, Guillem Caçador, Joan Cardona o el embajador Jeroni de Vic, pone de manifiesto la implicación de los curiales ibéricos en este tipo de iniciativas.

Entre las cofradías que proyectaban su radio de acción más allá de los límites urbanos habría que contar a las que surgieron para sostener a las órdenes militares en la defensa del Mediterráneo o la frontera oriental de Europa.

Por cronologia y fundamentos, nuestra hoy Real Archicofradia, creada mediante Bula de Alejandro VI, guarda estrecha relación con los acontecimientos históricos relatados, así como con las dinastías Hispanas y caballeros Jerosolimitanos, siendo sus emblemas Papales, y el derecho de portar ad honorem la Cruz de Malta, su expresión mas genuina.

. 19; sobre la nueva orden, cf. PLÖSCH, 1959. ÁLVARO FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA