La vida de la Real Archicofradía de os Santos Bautista y Evangelista “ ad honoren de los Caballeros de Malta”, se encuentra estrechamente unida a los avatares de las Cruzadas medievales en su origen, desarrollando una importante función, económica , social y de expansión cultural, y para comenzar a conocer la función que desarrollaron, y  que pervive hasta nuestros días, es necesario comprender con exactitud cuál fue su función, teniendo en cuenta la  doble vertiente que sustento su nacimiento, o sus ideales, ascéticos- monacales, unidos a la caballeresca cristiana.

La defensa de Tierra Santa, y el Santo Sepulcro, comenzó con el establecimiento de un Tempo, y un Hospital para peregrinos, dependiente de la Orden Benedictina, y en tal ambiente nacen Los Pobres Caballeros de Cristo, impulsados por un grupo de nobles con la finalidad de  defender  El Santo Sepulcro y también a los peregrinos, así como combatir a los infieles.

Poco tardaron en su función en constituirse como una poderosa ayuda del Papado, y de los propios monarcas en la defensa de sus territorios en toda  Europa, en su misión de los territorios cristianos, de manera,  que su expansión fue rápida.

En la Corona Catalana Aragonesa  llegaron a tener más de 36 encomiendas, e incluso el Rey Alfonso I llego a nombrar, a los Pobres Caballeros de Cristo, junto a los Hospitalarios ,y los del Santo Sepulcro, herederos del trono.

La caída del imperio Bizantino y la amenaza Turca obligo a nuevas formas de defensa de la cristiandad, llevo a la formación de alianzas con los Normandos  que se revelaron como codiciosos de riquezas y poder, tratando incluso de crear un estado normando en la Anatolia, lo que hizo crear recelo hacia ellos y decantarse en mayor medida por otras órdenes del sur de Europa.

Por otra parte, la amenaza  de la estabilidad de las relaciones comerciales establecidas en el Mediterráneo, los vínculos con Venecia, Amalfi, Génova y Pisa ,se resintieron  en gran medida,   teniendo una elevada repercusión  por llevar a dificultades en el abastecimiento, por la inseguridad de las comunicaciones, que  daba  fragilidad de la moneda,lo dieron en ampliar las funciones de los primitivos Caballeros de la fe Cristina, también a la defensa del Mediterráneo, produciendo que el Papado recuperase protagonismo tras un marcado periodo de dependencia de la Iglesia a los Soberanos, y la reforma de costumbres del clero  con la ocupación de la Santa Sede por  un Monge Cluniacense ( Hildebrando), que tomo el nombre de Gregorio VII, que  inicio  la reforma de la Iglesia, pero tuvo que enfrentarse a un problema más grave, la investidura laica ,a la que declaro  sacrílega, y que lo involucro en la conocida Querella de las Investiduras, que se prolongo durante 200 años.

Clemente III, también  continuador de la reforma de la Iglesia, consiguió restablecer la presencia Papal en Roma, volviendo a ser  La Santa  Sede la  cabeza de la cristiandad, recuperando su presencia en la Península Ibérica, a través de la reforma de los Cluniacenses, primero en Navarra, , luego en Castilla, Toledo y Sicilia, occidente estaba sin saberlo asistiendo a un gran movimiento de renovación social, que alcanzo a todos los estratos sociales dentro de la que los denominados caballeros Cruzados desempeñaron un papel fundamental.

La sociedad siente una gran atracción por el ideal espiritual, y se establece una triple jerarquización social, monjes, clero y laicos dentro de la que se encuentra la clave de la salvación eterna, lo que lleva al laico a incorporarse al ascetismo monástico, pero con una duración parcial, lo que con el paso del tiempo da lugar al florecimiento de las denominadas “Ordenes Terceras”, que con el Papa Alejandro VI, culminaron en el inicio del  principio del asociacionismo moderno,  a través de las Cofradías.

Las excelente relaciones entre los reyes hispánicos , los monjes Cluniacenses, y el Papa, permitieron la protección de la reconquista, y que contase con las bendiciones eclesiásticas, de aquí que una serie de caballeros que durante años habían sido denostados por su participación en las guerras, entrando al servicio de Cristo formando parte de los ejércitos del Papado para combatir al infiel y recuperar el Santo Sepulcro convierte a los cruzados en una mezcla de peregrinos que participan en la guerra como una suerte de  penitencia para alanzar la salvación, surgiendo las ordenes monástico militares, los “milites Cristi”, pero permaneciendo también  la figura de “ los pobres caballeros de Cristo”, que en realidad son los que mantuvieron su estado caballeresco  laico, ejemplos claros  de la nueva ética caballeresca basados en los deseos de paz, y la identificación de una caballería terrenal, que genero un nuevo sistema de valores, introducido por los cistercienses  al frente de algunos destacados miembros de la nobleza.

Lógicamente la Guerra Santa comenzó con los intereses de la Iglesia, a través de la unión de la cristiandad y la Santa Sede, , pero surgido el problema de que la guerra transgredía el quinto mandamiento – no mataras-  el Papa León XI dio consideración de mártires a quienes murieran combatiendo por la Iglesia, con el consiguiente premio celestial, de ello derivo, una unión masiva de caballeros , habitualmente provenientes de la nobleza o de monacales temporales, a la causa de las cruzadas, que a través de la guerra obtenían la salvación igual que si practicasen la vida monástica. El efecto detonante del fenómeno, fue la acuñación del principio de la conocida Paz de Dios, organizándose las denominadas ligas de la Paz, para el mantenimiento de la tranquilidad de los territorios, tendencia pacifista que encontró su cauce en las jerarquías de La Marca Hispánica ( territorios entre los Pirineos y el Ebro) y sur de Francia, con el primer  establecimiento de normas de paz durante un tiempo, que fueron el comienzo del cauce para terminar con la belicosidad.

Con el paso del tiempo, los pobres caballeros de Cristo  sustituirán a, San Juan El Limosnero, por San Juan Evangelista, y los avatares de la historia llevara a muchos a Chipre tras la caída de Jerusalén y después a la Isla de Malta, resaltando que por lo general, en su búsqueda de refugio tras la toma de Jerusalén, iban recibiendo la denominación del lugar donde ubicaron su casa o sede principal, y ya desde  1187 se distinguían por llevar una cruz blanca sobre sayo negro y cota roja.